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Fernanda Ramirez

Reflexiones sobre la tauromaquia en México

Más allá de la crueldad que implique, el descontento y la inconformidad con la actividad, desafortunadamente las corridas de toros siguen siendo legales en el país

Mucho se ha conversado en las últimas semanas sobre las corridas de toros en México, específicamente en la capital de la República donde se ubica el recinto de toros más grande del mundo, la Plaza México con capacidad para más de 42 mil espectadores. Así que dentro de este contexto vale la pena hacer varias reflexiones sobre esta práctica.

En primer lugar, una tendencia creciente que se ha ido viendo en el mundo es el crecimiento a la oposición a esta actividad, por considerarse cruel, maltrato animal y una tradición cuando menos anacrónica. En varios países Latinoamericanos, así como en regiones de la propia España, cuna de la tauromaquia, se ha prohibido esta práctica.

En algunas provincias de Argentina, en Bogotá (Colombia), en Quito (Ecuador), así como en toda Costa Rica, las corridas de toros están prohibidas; mientras que en las Islas Canarias y algunas ciudades españolas también han sido canceladas.

Por el contrario, en Francia, México, Perú, Colombia, Portugal y por supuesto, España, se mantienen como legales las corridas de toros.

Entrando al caso específico de la Ciudad de México y la legalidad de la actividad cabe recordar que en marzo del año pasado el Congreso local aprobó varias reformas a la Ley de Protección a los Animales de la Ciudad de México. En dicha legislación, aprobada en medio de la prohibición a las corridas de toros en la Plaza México, hay excepciones específicas a las corridas de toros, así como las peleas de gallos.

Es decir, en una Ley que se hizo para aumentar la protección a los animales excluyó el sufrimiento que se causa a los toros en las corridas, o a los gallos en sus peleas. Es como si la sangre de los toros no valiera, mientras que la de los perros o gatos sí.

Pero la reflexión no va sólo hacia los legisladores de la Ciudad de México, sino también a la población, incluso esa que se opone a las corridas de toros. En marzo de 2023, cuando se aprobó la citada ley, no hubo protestas en los alrededores del Congreso de la Ciudad de México, mucho menos pintas en la sede de alguno de los partidos políticos que estuvo detrás de la iniciativa.

Todo lo contrario sucedió semanas atrás cuando se reiniciaron las corridas de toros en la Plaza México, y el recinto no sólo quedó cubierto de pintas sino que varios destrozos se hicieron en la fachada de un recinto privado.

Antonio Franyuti, activista por los derechos de los animales y exdirector de la organización Animal Heroes, sostiene que la mejor forma para expresar el rechazo a las corridas de toro es manifestarse (pacíficamente) tanto en las calles, como a través de las redes sociales etiquetando a quienes tienen la responsabilidad y poder para detener esta actividad.

Otras voces más reconocidas como Marco Antonio Regil o Eugenio Derbez también se han manifestado en contra de la tauromaquia por ser una actividad que promueve la violencia, la barbarie, en una sociedad donde la paz grita pidiendo espacios.

Más allá de la crueldad que implique, el descontento y la inconformidad con la actividad, desafortunadamente las corridas de toros siguen siendo legales en el país. Por ello, las acciones que se hagan para detenerlas tienen que ir por ese camino, el legal, para poder alcanzar una prohibición definitiva.

Apelar a la conciencia colectiva no es necesario, pues aunque el 60% de los mexicanos se ha manifestado en contra de las corridas de toros (encuestas de Reforma), éstas siguen plasmadas en la ley.

El debate es polémico y extenso. Los defensores de la tauromaquia dirán que se generan más de 20 mil empleos y una derrama económica superior a los 5 mil millones de pesos al año. Los detractores, que la muerte no es cultura, ni tradición.

En nuestro país, como sociedad democrática (al menos en papel) hay espacios para dirimir este tipo de diferencias y, desde las resoluciones que se den, se debe respetar la postura del otro.

Una última reflexión, para detractores y defensores de las corridas. Para los defensores, ¿ver a un animal vomitar sangre tras una estocada es una tradición que vale la pena mantener en pleno siglo XXI? Para los detractores, se estima que en México sólo el 9% de la población es vegana, ¿un animal que es criado en masa para terminar con su vida en un matadero no se puede considerar también como crueldad?

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